lunes, 18 de mayo de 2015

La palabra

Runa quedó entre Los Pichiciegos y Fontanarrosa. 

Leí Runa, un libro extraño de ese escritor extraño que es Enrique Fogwill. Es un conjunto de textos en el que un miembro de alguna civilización pre-histórica le habla a un antropólogo. En un prefacio no titulado como tal, se dice que "la historia occidental (...) es una compilación de escritos sobre acontecimientos junto a escritos acerca de escritos y a críticas escritas destinadas a legitimar a unos, descalificar a otros o explicar las causas de su escritura y las causas de los acontecimientos que entre tanto papiro, tablas, papel y microfilms subsistían como relatos de algo que pudo suceder." (p. 11) A partir de allí se suceden los textos de algo que pudo suceder, un encuentro entre un antropólogo y su objeto de estudio, pero menos enfocado en las costumbres, los ritos o las estructuras de poder que sobre la palabra. Se trata de un libro sobre la palabra, sobre el surgimiento de la palabra y el lenguaje y sobre cómo se empiezan a contar las historias antes de la Historia.
Lo que hay en Runa, sobre todo, es la desnaturalización del lenguaje: "siempre inspiradas en lo que sucedió, una vez hechas paso por los buúlg, las palabras se vuelven falsas." (p. 22) Las bebidas con alcohol son "los jugos que ablandan" (p. 49), aprender a montar un animal es "sentarse encima de un animal" y conseguir que "las patas del animal caminen por ellos" (p. 57) y los aviones con los que llegan los blancos son "pájaros que se mueven por el cielo y al pasar dejan oír un trueno (...) pájaros de piedra brillante con unas alas largas" (p. 80) La palabra, el lenguaje, es un capital clave: por eso algunos aconsejan ceder de más si es necesario a la hora de intercambiar personas con otros pueblos "porque algunos de esos niños volverán conociendo la lengua de los otros". (p. 33) (Los pueblos conocidos por los de las enramadas y los fuegos son "del país de atrás de la montaña, del de la nieve, del de la arena y el agua grande y azul y de la tierra de los hombres rata", p. 59) Al final, lo que ocurre es que el lenguaje occidental, abstracto, aparece desnaturalizado: "Los de su país nunca podrán hablar como nosotros ni entender bien lo que decimos. No miran a los ojos ni a la nariz del que les habla, ni saben hablar con la nariz y con los ojos (...) Ustedes tienen cajas que guardan la voz y los ruidos y de noche los vuelven a escuchar, pero así es peor para entender y entienden menos que si no tuvieran guardadas las palabras." (p. 84)
Runa no es un libro divertido, tampoco me pareció brillante, aunque me reservo la posibilidad de no haber entendido suficiente, pero sí es un libro bello; editado por Interzona, impreso en buen papel con una hermosa tipografía e ilustrado con dibujos rupestres de distintas civilizaciones. Estoy contento de tenerlo en mi biblioteca, donde quedó al lado de Los Pichiciegos y de Fontanarrosa. 

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